lunes, 18 de abril de 2016

Educación y estilo de vida activo

Comer conlleva una gran responsabilidad, quizá aseveraría con malsana benevolencia el tío vivo de Parker, el que luego será Spiderman, en la vida de los arácnidos, que es la única que puede asumir sin presumir. Este tercer tema de este curso que desarrollamos ha querido incidir en esta gran responsabilidad al trasladar la comida al comedor escolar, ese lugar en el que celebran su vida culinaria todos aquellos que parecen llevados de la gula de la repetición y los castigados entre los docentes a permanecer en el mismo mirando como comen esos comensales solitarios, viajantes de los libros. Pero cuán alejados viven de la realidad quien así piense, pues en el comedor se pesa y mide con racionalidad de bienestar todo lo que se come y lo que se bebe. No hay menú que se deje a la improvisación del chef del jazz que olvidó la receta. Cada caloría se pondrá en su sitio, como si comer fuese un tetris al que se juega a cada momento. Cada pieza en su sitio.
Ante esto no nos cabe si no actuar en el aula, sobre todo en primero de la ESO por ejemplo, y en valores éticos, permitiendo a los alumnos descubrir cómo se realiza un menú que contenga las calorías justas para su mantenimiento, y cómo, a menú seguido, se realiza un cena complementaria. Quizá, el entretenimiento de las clases estas vendrá a los alumnos cuando cada día confeccione el menú del día siguiente, almuerzo y cena.
Y sin permitirles bajar la guardia, les hacemos participes de la necesidad de complementar esa ingesta calórica con una digestión a fuer de buena marcha o en el subir y más en el descender escaleras. Así el alumno preparará su día de ingesta y desenvolvimiento en la vida activa cada día y en el día antes. 

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